De tomo y lomo: LA CHICA DE LOS SIETE NOMBRES

chicadelossietenombresLa primera vez que leí la sinopsis de La Chica de los Siete Nombres, no sabía que estaba basada en una historia real. Y aún así, el argumento me cautivó tanto que quise comprar el libro. Fue después, en casa, con el libro en las manos, cuando pude leer la sinopsis con calma y me di cuenta de que Hyeonseo Lee no es solo un fascinante personaje de ficción que forma parte de una trama emocionante, sino una mujer real que escapó de Corea del Norte, sola, con 17 años.

En La Chica de los Siete Nombres, Hyeonseo (su séptimo nombre, el actual) narra en primera persona toda su vida: desde su primer recuerdo de la infancia hasta la actualidad. Gracias a ello, el lector no solo conoce la salida de Corea del Norte y todo lo que vino después, sino también los años de infancia y adolescencia que la protagonista vivió allí.

Así es precisamente como el libro te engancha desde el principio: descubriéndote la cruda y real Corea del Norte.

Tengo que admitir que nunca he sabido mucho sobre Corea del Norte, la verdad. En parte se debe a que tampoco he tenido la iniciativa de informarme más allá de lo que contaban los medios -que tampoco era mucho-, y en parte supongo que, tratándose precisamente de Corea del Norte, somos muchos los que no sabemos suficiente.

La Chica de los Siete Nombres es un doloroso tirón que te quita la venda de los ojos y ya no te la devuelve.

Hay momentos en los que te olvidas de que estás leyendo un relato real, y cuando lo recuerdas, se te pone la piel de gallina y algo te escuece en el corazón. Me gustaría decir que son momentos de la huida, situaciones de tensión y penurias atravesadas por la protagonista, pero no. Si bien esos capítulos tampoco te dejan indiferente, no son los que más escuecen de la historia. Lo que más escuece es el principio. Lo que más escuece es conocer Corea del Norte.

Cuando Hyeonseo abandona Corea del Norte -de una forma tan peculiar que solo puede ser real-, el escozor se convierte en tensión, y la tensión no se va hasta el final. Hyeonseo Lee tarda 11 años en llegar desde Corea del Norte hasta Corea del Sur. Y evidentemente, no porque esté lejos. Esa es otra de las dolorosas realidades que te descubre este libro: que el problema no termina en Corea del Norte. Que los peligros para los desertores norcoreanos llegan mucho más allá de las fronteras de ese régimen. Que los norcoreanos se acostumbran a la enemistad, a la persecución, al miedo.

Además, La Chica de los Siete Nombres es toda una reflexión sobre lo que puede hacer el simple desconocimiento. El desconocimiento del mundo más allá de las fronteras, el desconocimiento de un concepto tan básico como el de «derechos humanos», el desconocimiento de una realidad diferente. No puedes saber que te falta algo si ni siquiera eres consciente de que ese algo existe. Durante mucho tiempo, he imaginado a los norcoreanos como un pueblo temeroso y oprimido -ignorante de mí-, cuando la realidad de ese régimen es que nadie se siente oprimido porque nadie sabe cómo es ser libre. Huyen de la hambruna, de las ejecuciones, de la pobreza, de las autoridades; pero no de la opresión. Esa reflexión se puede llevar a cualquier ámbito de la vida en el que la ignorancia juegue un papel importante: que no te duela no significa que esté bien. Quizá solo significa que no conoces nada más.

No hay mucho que decir sobre la construcción de los personajes, porque obviamente, ningún autor los ha construido. Son todo personas reales con nombres y apellidos que te hacen sentir muchas cosas. La protagonista tiene algo que lo hace todo mucho más grande, y es que es brutalmente sincera. Sincera para bien y para mal. Te relata sus momentos de coraje y descubrimiento, pero no tiene miedo de contarte, también, aquellas veces en las que duda, aquellas veces en las que siente el odio que le han enseñado a sentir y aquellas veces en las que se equivoca. Y por supuesto, sostiene sin tapujos que ama a su país y que siempre lo hará, al margen de que ahora, habiendo conocido el mundo con perspectiva, sea consciente de la cruda realidad del régimen.

Todo ello a pesar de la profunda crisis de identidad que atraviesa cuando, llegado cierto momento de su experiencia, no se siente parte de ningún país. Como ella, miles de norcoreanos que huyen de Corea del Norte y descubren que el mundo no es como les enseñaron, tienen que enfrentarse al duro trago de preguntarse quiénes son realmente. Y esa es solo una más de las muchas batallas que libran.

El estilo de la narración es muy directo y no sobra ni una frase. Cada pequeño pensamiento, cada detalle de la memoria de Hyeonseo, cada descripción y cada diálogo tienen un aporte brutal al relato. La Chica de los Siete Nombres está escrito de tal manera que, aunque sepas como termina -con Hyeonseo libre, relatando su historia al mundo-, no quieres dejar de leer en ningún momento. Necesitas conocer el proceso, necesitas sentir la experiencia, y lo necesitas desde que lees la primera página.

Con este título, volvemos a comprobar que la literatura nos permite no solo imaginar y desconectar, sino también aprender: aprender mucho, aprender a lo grande, aprender cosas buenas pero también cosas terribles, realidades que nos duelen pero que debemos conocer.

A día de hoy, Hyeonseo Lee vive en Seúl y tiene como principal ocupación la lucha por los derechos humanos en Corea del Norte y por los refugiados. De esa manera, ha impartido charlas por todo el mundo. Más de cuatro millones de personas han visto la charla TED que llevó a cabo en 2013. Si tienes curiosidad, puedes echarle un vistazo a un fragmento de la charla en este vídeo:

Puedes encontrar la charla entera en Internet, pero te aconsejo que no lo hagas (todavía). En vez de eso, lee La Chica de los Siete Nombres, que te permitirá conocer toda su historia con detalle y te mantendrá enganchado desde el principio hasta el final.

¿Qué he aprendido de este libro que me ayude a mejorar mi escritura?

Es verdad que La Chica de los Siete Nombres no es una novela al uso, sino un relato real que se cuenta con la estructura de una novela. Pero realmente hay momentos en los que sientes que estás leyendo ficción, por la tensión de sus líneas, por los giros inesperados y por toda la crudeza de una situación que para muchos de nosotros es totalmente desconocida. Eso nos demuestra que, efectivamente, la realidad a menudo supera la ficción, y que como escritores, quizá no necesitamos rebuscar tanto en los límites de nuestra imaginación sabiendo que ahí fuera hay muchísimos testimonios reales y fascinantes que merecen ser mostrados al mundo.

“Como muchos descubren, la libertad –la verdadera, cuando tu vida es lo que tú haces con ella, cuando las elecciones son tuyas– puede resultar aterradora.”

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