Seguir escribiendo cuando no tienes tiempo

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¡Eh! ¡He vuelto! Espero que no te hayas olvidado de mí 🙂

Sé que he estado totalmente ausente durante el último mes. La vida tiene estas cosas: en marzo, pasé de no tener trabajo a tener dos a la vez. Mis horarios son un caos y no tengo tiempo para prácticamente nada que no sea trabajar. Pero a pesar de todo, puedo decir que he seguido escribiendo. Cada semana. Casi siempre, relatos. No es fácil escribir todas las semanas. Los escritores, como cualquier persona que se dedique al arte (a nivel profesional o como afición), tenemos nuestros momentos. Hay rachas de mucha inspiración y mucha motivación, y rachas en las que puedes pasarte semanas o meses sin escribir, ya sea porque no tienes tiempo o porque no te sientes en condiciones para ello. Escribir un relato a la semana es un pequeño logro. Escribir un relato a la semana cuando oscilas entre las 37 y las 50 horas semanales de trabajo, es todo un éxito. El relato puede estar mejor o peor. Habrá semanas muy inspiradas y semanas desastrosas. Pero, eh, escribes un relato a la semana.

Te preguntarás por qué te cuento mi vida y a dónde quiero llegar con todo esto. Supongo que no soy la única que ha sentido que tiene que sacar tiempo de debajo de las piedras para escribir un poco. Pero si yo he podido seguir escribiendo a pesar de todo este caos de vida que tengo ahora, tú también puedes. ¿Cómo? A eso vamos.

Lo primero que tienes que saber es que la fuerza de voluntad juega un papel crucial en este asunto. Sé que no es lo que quieres leer. Que lo que estás deseando es una solución ancestral que te permita seguir escribiendo sin darte ni cuenta, sin tener que hacer el esfuerzo si quiera. Pero eso no existe. Sí, hay que echarle fuerza de voluntad. Y sí, cuesta mucho. Pero, ojo, no olvides que yo (que soy un desastre de ser humano para ciertas cosas) lo he conseguido. Si yo puedo, tú puedes.

Ahora que hemos dejado claro el incómodo tema de la fuerza de voluntad, voy a darte algunos consejos más prácticos para sacar tiempo de alguna parte, de dónde sea, pero sacarlo al fin y al cabo. Algunos son muy obvios, pero si aguantas hasta el final puede que encuentres algo útil 🙂

Prioriza 

Este último mes he tenido que paralizar un poco la frecuencia de publicación del blog. A pesar de mis esfuerzos por mantener a flote todas mis rutinas previas al pluriempleo, ha llegado un momento en el que he tenido que asumir que era imposible: había que priorizar. Sabía que quería seguir escribiendo, pero no podía dedicar tantas horas a ello como antes. Tuve que elegir entre el post semanal en el blog y el relato semanal. Me quedé con el relato. También tuve que reducir las horas de lectura semanales (eso ha sido lo peor), el tiempo que dedicaba a otros tipos de ocio, como ver series o hacer deporte, y el número de días que suelo programar para temas de voluntariado. Como diría mi madre, no se puede tener todo en esta vida.

Cuando sientas que no hay tiempo real en el mundo para hacer todo lo que te propones, sé realista. Reduce las horas que dedicas a cada cosa y sobre todo, no tengas miedo a renunciar. La renuncia a veces es útil. De verdad.

Busca una motivación externa

La razón por la que me quedé con el relato semanal en vez de mantener la frecuencia de publicación del blog, es que sigo yendo a clases de escritura en las que me piden un texto a la semana. No es obligatorio, y si saben que estás acudiendo a las clases a pesar de estar pluriempleado, es más que comprensible que no escribas siempre. Pero a mí me servía de estímulo. Había una fecha, un plazo, un grupo de personas, un tema a seguir. Me lo estaban poniendo muy fácil. Tenía que escribir algo.

Cuando creas que tu fuerza de voluntad no es suficiente o cuando te cueste un poco cumplir lo que te propones, busca algo que te motive desde fuera. Puede ser un curso, puede ser un amigo con el que te pones de acuerdo para intercambiar textos (por ejemplo), o puede ser un concurso de relatos al que te apuntas y en el que tienes que cumplir unos plazos. Lo importante es que sea algo externo, con fechas u objetivos que no dependan solo de ti, para que te sirva de impulso.

Madruga un poco más…

Sé que este consejo suena muy odioso –nadie quiere madrugar más para hacer algo-. Pero aparte de los beneficios que hay de por sí en cualquier rutina matinal, lo de levantarse un poco antes para escribir tiene muchísimas ventajas.

Para empezar, te pones frente a tu relato/novela/post/lo-que-sea-que-estés-escribiendo con toda la energía del comienzo del día. Si te levantas muy pronto, lo más probable es que no haya distracciones en el momento de ponerte a escribir. Tu familia o tus compañeros de piso estarán durmiendo, la actividad en la calle será mínima y tú no recibirás todos esos estímulos que podrían distraerte en otro momento del día. Por otra parte, la sensación de salir de casa para ir a trabajar (o a dónde sea) sabiendo que ese día ya has escrito, es MARAVILLOSA. De verdad. Prueba.

Además, ¿qué mejor manera hay de empezar el día que haciendo lo que más te gusta?

…o acuéstate un poco más tarde

Si lo de madrugar no va contigo por más que te lo propongas, prueba a escribir de noche. Tiene muchas ventajas en común con la escritura matinal: la gente está durmiendo, la actividad en el entorno está al mínimo, nada de distracciones. El único inconveniente es que quizá estés cansado del resto del día y no seas capaz de mantener los ojos abiertos frente a la pantalla. También es verdad que muchas personas aseguran que se sienten más concentradas e inspiradas por las noches, así que si es así, aprovecha.

Escribe cuando no estés escribiendo

El fin de semana pasado tuve una jornada de lo más aburrida en uno de mis trabajos. No había clientes, no había trabajo atrasado que sacar adelante, no había nada que hacer. Pero yo tenía que estar allí, haciendo mis horas. Se me estaba haciendo la mañana eterna. Empecé a pensar en el tema del texto que debía escribir para la siguiente clase de escritura. Me vino una frase chula a la cabeza. Saqué el móvil y la apunté. Luego me vino otra. Y otra más. Las apunté todas. Ese día, el tema de mi texto no dejó de revolotear por mi mente. En el metro, de camino a casa, apunté alguna frase más. Por la calle tuve otro momento de inspiración. Cuando me senté al ordenador unos días después a escribir el texto, me encontré con que ya tenía la mitad del trabajo hecho y casi ni me había enterado.

Aprovecha esos ratos muertos que siempre cuelgan en el día a día para «escribir sin escribir». Aunque no puedas ponerte frente al ordenador o frente al cuaderno en ese momento, dale vueltas a la idea que tengas y apunta cualquier cosa que te parezca útil. Solo serán trazos, pero al fin y al cabo, trazo a trazo es como se construye una historia.

Utiliza el tiempo que tengas (aunque sea poco)

Yo antes pensaba que si no sacaba al menos una hora entera al día para escribir, no merecía la pena intentarlo. Creía que cualquier cantidad de tiempo por debajo de la hora iba a ser improductiva. En estos meses me he dado cuenta de que incluso quince minutos de escritura pueden ser productivos si te pones con ganas. Había mañanas que no sacaba más que eso, quince minutos. A veces eran quince minutos de dar vueltas a párrafos que luego no utilizaba -esas cosas pasan-, y a veces quería apurar cinco minutos más porque me sentía inspirada y me daba rabia parar ahí. A veces, ni una cosa ni la otra. Pero en cualquier caso, eran quince minutos que valían la pena. Y que sumados a los del día siguiente, a los del día anterior y a los de otro día más, ya hacían una hora de escritura.

Si tienes poco tiempo y puedes usarlo para escribir, úsalo para escribir. Da igual que te parezca una cantidad de tiempo insulsa, siempre es mejor que nada. 

No tengas miedo a improvisar

Al hilo del punto anterior. Si solo tienes quince minutos y además no has pensado nada antes de ponerte frente al ordenador o frente al cuaderno, no te agobies. Improvisa. Déjate llevar un poco por lo que te salga en ese momento. A lo mejor te parece una birria, pero también te puede sorprender. Yo he sacado textos decentes en una hora sin haber planificado nada. También he sacado auténticos fracasos, pero así funciona la cosa. A veces te irá bien y a veces te irá mal. Da igual. Lo importante es que escribas.

Y ante todo, escribe. Escribe mal, pero escribe

Es más probable que saques un texto bueno de cada diez malos que un texto bueno de cada tres. Por lo tanto, por poco inspirado que te sientas, por poco tiempo que tengas, por pocas ideas que se te hayan ocurrido, es mejor que escribas eso (aunque te parezca un asco) a que no escribas nada. Escribir te dará experiencia, te dará hábito, te dará impulso y te dará seguridad.

Puedes estar seguro de que todos los grandes escritores han generado en algún momento de su vida algún texto que no fuera bueno. Seguramente, no llegó a publicarse y puede que acabase en la basura. Pero llegó a existir. Y si un buen escritor puede dar vida a un texto malo, eso significa que los textos malos que te salgan a ti no te convierten necesariamente en mal escritor. Te convierten en escritor. Eso es lo primero. Ya te preocuparás más adelante de si la calidad es mejor o peor o de si el resultado te gusta más o menos.

También hay que tener en cuenta que el arte es subjetivo, y hablar sin más de «textos malos» y «textos buenos» es simplificar en exceso. Así que no te preocupes, y ocúpate escribiendo.


NOTA: Sigo pluriempleada, pero mi semana laboral es un poco más reducida ahora y espero ir volviendo poco a la frecuencia de publicación semanal-quincenal. No me lo tengáis muy en cuenta si no siempre lo consigo. En cualquier caso, mi situación de pluriempleo es temporal y se avecinan rachas muy buenas 🙂

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